Este poema inaugura con la
violencia de un sonido a punto de estallar. La poeta está jugando con el
lenguaje. Se da lugar a la sinestesia por medio de la construcción de una
imagen, el lobo sacando los dientes, que se mezcla con el sonido, el aullido
del animal. A través de éste la palabra cobra mayor consistencia. No se trata
de la palabra significado sino de una palabra sonido puro, lenguaje de los
lobos. La palabra se ha dotado de una nueva codificación, dictada por el sonido
onomatopéyico. A partir de ahora no se trata de etimologías sino que se ha dado
lugar a un lenguaje más primitivo. No alude a racionalidad sino a instinto.
Por otro lado, la escena se ha
congelado. Ha quedado suspendida en el instante en que el lobo está empezando a
gruñir para avisar que un cambio se está
avecinando en la naturaleza. El lobo está mirando hacia el cielo y ve la transición
cíclica del día a la noche. No obstante, en la segunda estrofa se presenta el
detonante del aullido del lobo, la noche. Se produce un efecto de lentitud que
remite al recorrido de veinticuatro horas y al día como estela suprema. Es
decir, se trata de una escena en la que el día camina hacia la noche hasta que
choca con la luna llena –la excitación de los lobos sugiere que se trata de
ésta– que absorbe todo el brillo del día para sobresalir en la penumbra que ha
provocado. Cabe destacar que la violencia del choque se acentúa con las
palabras empleadas por la poeta. Se repite el sonido de la LL, lo que genera la sensación de zumbido. En este caso, signa la
onda expansiva que vibra como consecuencia del choque. Además, el contraste
entre las palabras callada y encalla sugiere el encuentro entre el silencio y
el ruido, la calma y la violencia, lo estable y lo inestable. Se trata de un
choque que ha dejado algunos vestigios tras de sí, constelaciones.
En este caso, se ha dado lugar a
la constelación que contiene a Venus.
Con la potencia de su brillo se ha constituido un cuerpo resplandeciente,
aunque no tanto como la luna. De este modo, con la presencia del brillo que
compite con la noche se advierte un juego de contrastes creado por la poeta. Se
trata del contraste brillo-oscuridad. El espacio en blanco que la poeta deja
antes del último verso indica la estela
blanca dibujada en el cielo.
Se han comenzado a retratar
formas resplandecientes y el cielo ha surgido como un tablero que permite
apreciar un juego forjado a partir de una ecuación. Alude a la suma de la
tierra, lobos, con el cielo, la noche y su luna. El resultado remite al principio,
el aullido, por lo que se trata de un poema circular. Los lobos a partir de las
cantidades celestes se han excitado y han emitido un ruido –una nueva palabra–.
Aun, yendo más lejos, los lobos han comenzado a aullar porque han acabado de
ver a su presa lista en el cielo, a punto de correr.
Finalmente el poema queda en la
suspensión de esta escena. Deja un ambiente de tensión, lo que signa también un
tiempo eterno que determina el carácter circular del poema. De este modo, el
cordero remite al lobo, el principio y el lobo al cordero, el final.
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