miércoles, 17 de marzo de 2010

Comparación poema 8 y 25


Tanto en el primer poema como en el segundo se parte de la noche como tiempo fuerte y dispositivo para  el ingreso a una realidad alterna, cuya presencia es comunicada por el ladrido de los perros. Actúan como guardianes que determinan quién ingresa y quién no. En este caso le han otorgado la autorización a la poeta. En el poema 8 el ladrido la ha disparado a la sensación de correspondencia ―se  siente Uno con los demás seres―, por lo que debe acudir rápido. Su corazón empieza a trabajar en consonancia con los ritmos cósmicos que remiten al inicio de lo ritual. En el poema 25 el ritmo de los cantos de los perros invita a la poeta al ritual. Es decir, ha accedido a través de la concentración auditiva.

En ambos poemas el ladrido de los perros transporta a otro espacio, la huerta antigua o la vieja casa. En este punto vale aclarar que aunque la primera topografía remite a un afuera y la segunda a un adentro se trata de la misma porque en la poesía de di Giorgio no existen los limites espaciales  y Osvaldo  Aguirre lo reafirma en su artículo “Recuerdo y porvenir”: “Pero a la vez la casa extiende su dominio exterior, para incluir el jardín, la huerta, el campo y la escuela. Los límites entre esos lugares son difusos.”No hay límites porque se ha roto con las jerarquías.

En cuanto a la definición temporal, en ambos poemas se encuentra que se inscribe dentro del eterno retorno; por eso a  la poeta en el segundo poema no le interesa clarificar de dónde viene y a dónde va. De nuevo se trata de un tiempo sagrado que invita a lo ritual y la presencia de la noche lo intensifica.

Por otro lado, en ambos poemas se teje una conexión con lo telúrico. En el primer poema  se instaura a través de los sentidos, en concreto la vista y el olfato que, incluso, pasan por la sinestesia cuando la poeta se refiere al aroma a arveja. En el segundo poema la unión se crea por medio de la metamorfosis. Marosa de un momento ha devenido una papa que acaba de nacer. Tiene una flor en medio de su nueva cara y siente el roce de la tierra madre. Aun, esa papa abre la ambigüedad porque da paso a la antropomorfización, tiene cabello.

En ambos poemas se lleva a cabo una charla ritual ubicada en distintos niveles. En el poema 8 se reúnen los hombres para discurrir sobre la cosecha  y la guerra que deberán afrontar con los ladrones. Aquellos los ven como enemigos debido a que carecen de una conexión profunda con la naturaleza. Sólo reflexionan en una solución que favorezca sus propios intereses. En cambio, la poeta entiende las razones de los ladrones, no los ve con desprecio porque sabe que se inscriben dentro del orden natural y por tanto también merecen comulgar de sus frutos.
En el caso del otro poema no hay una discusión sobre este problema, sino que más bien se abre paso al despliegue imaginativo a través de las historias compuestas por el padre. La naturaleza aquí ha primado, por eso aparece en primer plano el movimiento de los otros seres. Se infiere que  el padre por medio de sus historias ―de la palabra― los ha convocado. También las distancias se han quebrado, todos los seres de todos los lugares (tanto cercanos como lejanos) han llegado. El ritual ha alcanzado su clímax. Las metamorfosis se empoderan de la escena con la llegada de los seres que ahora devienen bichos. Sin embargo, se enrarece el lenguaje porque se ha puesto al servicio del ritual, por eso los murciélagos y los ratones pueden ser bichos sin que eso signifique un quiebre. Luego, la naturaleza se torna violenta y promueve el ataque de lo instintivo. Los seres atacan debido a que están dando cuenta de una unión de los ritmos instintivos, por lo que se ha accedido a una nueva frecuencia cósmica. Además, los asechan porque  se sigue con la ruptura de jerarquías.

En el caso del poema 8, se oficia un ritual en soledad. Sólo la poeta ha asistido a la celebración de la llegada de la cosecha, depositada por el cosmos en los armarios de madera. Se signa la ruptura de espacios teniendo en cuenta que la cosecha se ha dado al interior de la casa. Es dulce por las frutas, por eso aparecen los higos. Cabe resaltar que  se presenta un simultaneísmo, los hombres de este poema sí se encuentan afuera porque están inscritos en la dimensión de la modernidad y, por tanto, en un tiempo lineal. En cambio, La poeta ocupa la dimensión sacra.  Se pregunta por quién está en la cama  ya que no ve as presencias físicas, sino las espirituales. Ha comprendido e interiorizado el ritmo del cosmos.

Al  finalizar, ambos poemas lo hacen  con el cierre del ritual. En el poema 8 la poeta regresa a casa, ahora sí a un adentro porque ha descendido al espacio físico. Todavía perdura el ladrido de los perros que la ha conectado con la vida y la muerte,  ya que en la dimensión alterna ambos se encuentran unidos como un ciclo en incesante movimiento. Asimismo, el poema 25 termina con el canto de los perros y la reafirmación del tiempo otro del eterno retorno. Los dos poemas han presentado un viaje espiritual, disparado con el canto de los perros y plasmado en un eterno instante. Han llegado al clímax y cierran con rapidez con el fin de sellar esa presencia del instante cósmico.

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