domingo, 21 de febrero de 2010

Desarrollo de la comparación

En primera medida, es importante anotar que se escogió a este pintor porque comparte con la poeta la inserción del onirismo surrealista. Aambos juegan con los colores y establecen una interrelación entre objetos de la vida rural y lo infantil. Asimismo, son recurrentes la figura del gallo, los novios, la noche acompañada de la luna y las flores. Se interesan en dejarse envolver por lo romántico de la noche. Retratan figuras que tienden a fundirse o a evaporarse con el ambiente, en el caso de la poeta cuando alcanza el éxtasis místico. En ambas obras hay la presencia de la noche, en el caso de Di Giorgio se advierte por la luna. También hay un acompañamiento de lo humano en Chagall, determinado por las casas recogidas en el lienzo (que semeja una montaña), ubicado en la parte inferior de la pintura. Se sugiere al lienzo como el sustrato natural que se pliega para mostrar la realidad de la noche bañada de lo surrealista, deducido por el carácter volátil de los elementos. El gallo aparece en ambas obras levitando porque se trata de una hora de ensueño, dictada por el azul de la noche. Los gallos de Marosa vuelan porque quieren alcanzar a la luna, su amante; también porque anticipa el ritual de la noche, por eso escuchan sus ecos. Además, el entorno se ha despersonalizado totalmente, la presencia humana se ha desdibujado de manera definitiva. Se ha dejado a la naturaleza en su inmanencia para que se exprese. La poeta sólo se ha enfocado en el movimiento de los gallos. Sólo le interesa adentrarse en las actividades de la naturaleza, en la manera en cómo pasa el tiempo en ella. El gallo de Chagall se hace más grande y se eleva porque quiere alcanzar a su amada, la mujer que trata de evaporarse en el ambiente. Viene con un ramo de flores para ofrecérselo a ella, con el fin de reafirmarle su amor. Se debe tener en cuenta que el gallo de Chagall tiende a lo ambiguo porque al detallar más la imagen se encuentra la cara del pintor retratada. Al mismo tiempo pinta a su amada porque esa es su manera de alcanzarla. Ambas obras plantean una convergencia de espacios y de seres, posible sólo en una realidad otra marcada por lo onírico de la noche. Los espacios aluden a lo agrario, por eso en Chagall la presencia del gallo y de los caballos, uno que levita en la parte superior y otro en el que va montado un campesino. En el caso de Chagall lo más seguro es que se trate de Vitebsk (Bielorrusia en la actualidad) donde transcurrió su infancia y su adolescencia, antes de mudarse a Francia. En el caso del poema, se advierte que la poeta ha entrado a los oídos de los gallos y descubre que son sabios porque pueden percibir los ecos de los tiempos. Hay una ruptura con el tiempo lineal, de modo que lo sucedido está por hacerlo de nuevo. Se vuelve al eterno retorno. Sale a flote la presencia de la naturaleza como un paraíso. Por último, con la luna de Di Giorgio surge la ironía, ya que ella también sabe lo que los gallos oyen, pero se calla porque es el gran secreto de la naturaleza. Tiene conocimiento de todo, ha sido testigo omnisciente de los sucesos naturales desde los tiempos primigenios. Se encuentra oculta para sugerir el develamiento de la sabiduría. Aunque esté presente tampoco se sabe si es de día o de noche, en tanto que la luna o puede estar difuminada por luz del día o por las nubes. Este poema se mueve hacia lo hermético y plantea una religión cerrada de la naturaleza. En el caso de Chagall, la luna en su obra actúa como cómplice de la escena y como la provocadora del aumento de tamaño en el gallo. Además atrae a todos los personajes hacia sí, menos al pintor que se encuentra dotando de vida a su amada.

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